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10.8.08

La Perla de San Juan

Quería irme en orden cronológico y pasar a las cantinas de mi segunda etapa cantinera, la de los periódicos. Pero como no quiero postear nada sin fotos, y como no me he parado por ahí, pues no posteo nada. Pero igual quiero postear. La siguiente es una cantina que nunca supe cómo fuí a dar ahí, creo que mas bien por los tacos de El Huequito. La cantina se llama...

La Perla de San Juan
Ayuntamiento 21
Entre López y Dolores
Frente al Mercado de Artesanías de San Juan


Para mi gusto, los mejores tacos al pastor del DF están en El Huequito, enfrente del mercado de artesanías de San Juan, por el metro Salto del Agua. Los tacos, no sé qué tienen pero la carne sabe distinta, quizá es que sean de perro o la manera como los preparen, pero el chiste es que son únicos. No llevan cebolla ni cilantro, solo la salsa roja y están de repocamadre.

En fin, parece que estoy hablando más de El Huequito que de la cantina. Pero eso es precisamente lo chido de La Perla de San Juan: se puede uno echar el trago, y en vez de botana, pues pedirse unos tacos.
Los tacos no son gratis, corren por cuenta de uno, pero a mí me encanta echarme mis tacotes, unos 15, acompañados de una chelita o una buena cuba. Cada vez que tengo algo qué hacer por el rumbo me voy sin comer para hacer hambre y pasar a La Perla de San Juan.

Mapa Google Earth.

La Perla de San Juan es una de esas cantinas que si uno no va a las vivas, simplemente ni se ve. Sepultada bajo los anuncios de La Europea a la cantina no se paran ni las moscas, cosa que creo es uno de los motivos de que esté pereciendo. Pinche cantina, me encanta. Afuera hay un puesto donde venden películas pirata, especializado en DVD's de Cantinflas, Pedro Infante, Tin Tán y en general todo el cine del nacionalismo burgués mexicano.


En la esquina de Dolores y Ayuntamiento está la cantina La Reforma. Estuvo chida alguna vez, pero le cambiaron el piso, le pusieron de ese Interceramic horrible y resbaloso, la pintaron y le dieron en toditita la madre. Afuerita de La Reforma hay dos puestos que venden tortas poblanas y de pavo, pero nah... no le llegan a El Huequito y La Perla de San Juan.

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El Nivel

¡Qué chiste, esa cantina todos la conocen!
Hasta en las guías de mochileros la recomiendan.
Pos sí, pero no se puede arrancar uno decorosamente a hablar de cantinas sin empezar por la primera:

El Nivel


Fundada en 1855, unos dicen que en octubre y otros que el mero 2 de febrero, día de la Candelaria, cuando era presidente mi General Ignacio López de Santa Anna. El edificio que ocupa en la esquina de Moneda y Seminario en el Centro Histórico albergó inicialmente la primera universidad de América, ahora tiene el honor de alojar a El Nivel. Como es el mero mero centro, no es de extrañar que en la calle de Moneda haya estado la primera universidad, la primera imprenta, el primer palacio de arzobispado, y por qué no, la primera cantina. En Gridskipper hacen una anotación interesante: The oldest legal bar in Mexico. Pos sí, observación interesante que solo alguien que proviene de una cultura legalista puede hacer, la historia de las cantinas y piqueros en México va más allá de El Nivel, pero a El Nivel fue la primera cantina a la que se le otorgó licencia legal, de hecho tiene la licencia número 1.

Mapita donde se puede ubicar El Nivel, cortesía de Google Earth.

Antes de llamarse el nivel se llamaba "Café Correo", se comenzó a llamar El Nivel en el año de 1879, "debido a una escultura que el pueblo llamaba así, erigida en 1878... para señalar el plano de comparación (2,268 metros) sobre la marea media de Veracruz, y el nivel de los lagos de Texcoco, Xochimilco y otros. Tal monumento se hallaba frente a la tomaduría que estamos describiendo, y más adelante fue trasladado -sólo por el gusto que tenemos en México de andar cambiando de lugar las estatuas- a la esquina Poniente de Catedral, donde termina la calle 5 de mayo. Por cierto, los niveles que señala son tan diferentes de los actuales, que amerita una placa aclaratoria". El entrecomillado es cita directa del libro del Maestro Armando Jiménez, quien también nos da cuenta de la gente que ha visitado la cantina: políticos, artistas, intelectuales y celebridades varias; cuando yo era asiduo a El Nivel varias veces me encontré ahí a Carlos Monsiváis, invariablemente acompañado de algún jovencito que lo escuchaba entre absorto, divertido y enamorado.

La botana es ligera y muy rica, hacen unos frijoles de olla con chile que no tienen madre. En general las botanas en las cantinas suelen ser ricas. No sé por qué, pero así es. Salvo algunos lugares donde se pasan de aceite, la comida de botana pasa. Una de las especialidades de la cantina es el nivelungo, un trago de la casa para crudos, de hecho todas las cantinas tienen su supertrago para que los crudos se repongan de la cruda remontando la peda, todo es cuestión de preguntar. El nivelungo lleva Controy... y no me acuerdo qué más. Si el cantinero afloja les paso la receta. Los precios están tranquis, como ando a dieta no consumo chela, pero las cubas están a 35 varos cada una.

Por su parte, Pancho Liguori apodó "nivelungos" a quienes con singular tesón, fervor inusitado y ardiente frenesí concurren asiduamente a ese recinto a tomar aperitivos (con tal cantidad que olvidan el apetito).


La manera como caí a El Nivel fue porque cuando quise seguir aprendiendo las cosas del dibujo fuí a la Academia de San Carlos a los talleres abiertos. Entré a un taller que enseñaba el método de Betty Edwards. No lo terminé, pero puedo decir que después del dibujo técnino, es lo que más me ha ayudado a mejorar mi técnica de dibujo. Creo que estas cosas deberían darse en las secundarias, pues más allá de que se tenga como objetivo el dibujar o no, estimular ambos hemisferios cerebrales es una gimnasia que encuentro bastante benéfica. Al fnal de cada sesión, desde luego venía el convivio y nos lanzábamos a echar la chela y la chorcha a El Nivel, así pasaron algunas semanas hasta que le empecé a echar el ojo a una clasemediera con trazas de intelectual muy muy guapa y que me gustaba mucho, cabello negro largo, lente de pasta, botas de piel, falda de lana, libros en el bolso, y yo ahí como pendejo extasiado por el olor de las feromonas. A la chica no le gustaban las cantinas y prefería el café, abandoné El Nivel para acompañarla en extensas charlas sobre... no me acuerdo qué, pero que implicaba que además de románticamente pendejo también me sintiera intelectualmente pendejo. El acabose vino cuando este Neza's boy (así me decían en otro círculo de amistades, ya les contaré), abrió su corazoncito y se declaró recibendo un elegante no. Ahí sí ya me dije: ¿Y yo qué chingados hago aquí en estos pinches cafecitos pedorros?...

¡Y me regresé a El Nivel con los míos, con los gañanes!

El tapetito de bienvenida de El Nivel.


La placa en la fachada de El Nivel, escrita en latín y que traducida al chilango dice más o menos:
A la perene memoria de la Real Pontificia Universidad, Carlos V a través de Su Santo Virrey el Excelentísimo Antonio de Mendoza de este modo comienza el 3 de marzo de 1553 la erección que florecerá hasta el año de 1850 en la monumental Universidad de México... o una chingadera así. Total: a estas alturas ni los pinches curas hablan latín.
Link. Paseo por la calle de Moneda


Addendum


Es nota de La Jornada, donde los herederos dicen:
“Hace más de 20 años nos clausuraron dos veces la cantina, posteriormente le donaron a la Universidad el edificio ubicado allá en las calles de Moneda y Seminario y tuvimos un récord de 17 años peleando (…) Sabíamos de antemano que algún día la cantidad El Nivel iba a dejar de existir. ¿Por qué? Porque a la muerte de mi padre (…) se complicaron mucho las cosas, porque todo estaba a su nombre”, relató ayer durante la entrevista radiofónica [el heredero Jesús Aguirre].

Pero OJO: hay letrerito de "cerrado por remodelación"

Aunque en la nota de Crónica, dicen:

Tras 17 años de litigio, el dueño Rubén Aguirre [¡oh!, ¿pos no que era Jesús?] anunció ayer que la cantina cierra sus puertas y el edificio pasa a formar parte de la Universidad Nacional Autónoma de México. Añadió que la licencia no se pierde y está pensando trasladar El Nivel a otra parte de la ciudad que no sea el Centro Histórico. El amparo lo perdió porque al morir su padre, Jesús Aguirre, terminó éste y la UNAM pidió el predio.

Un párrafo antes la nota de Crónica, periódico de Jorge Kawaghi, dice:

Y con el fin de El Nivel, termina el ciclo de los primeros… La calle de Moneda fue sitio de la primera imprenta, de la Universidad Pontificia de México, donde una placa dice que ahí, donde expira la primera cantina del país, fue parte de su sede. Como también en esa calle, esquina con Primo de Verdad, estuvo la Universidad Nacional.

Nah... pa' mí que le quieren quitar ese molesto tufo a viejo, quiren "rejuvenecerla", hacerla otro foro de la pequeño-lumpenburguesía.


Seguirá habiendo "Nivel", pero ¿de qué niveeeeel?

8.8.08

Manifiesto cantinero.

Pues bien, mis queridos chiquitines, préstenme su atención.

Este pos estaba en un blog que iba a dedicar a mis queridas cantinas.
Pero como no le dí tampoco continuidad lo regreso a éste "cajón de sastre".


***

No me gustan los antros, no los entiendo, me cae.
¿A qué chingaos va la gente ahí?

¿A pláticar?
La música es tan alta que no se puede. Es necesario desgañitarse, y si a eso le agregamos el cigarro, al final solo queda una afonía de la chingada.

¿A bailar?
No hay pista. Y seamos honestos, la gente que va a un antro es porque no sabe bailar. No, no es que no les guste: NO SABE. Y es que cuando suena una rola movida comienzan a hacer cada pinche desfiguro, a hacer cuernitos con las manos, a tocar guitarras imaginarias y a gritar las rolas en un inglés que va del más malo al más engolado, lo que demuestra que a la raza antrera también le gusta mover el esqueleto al compás de una rola como todo mortal, nomás que no sabe cómo.

¿A lucirse?
La luz es tan mala que a veces no distingues ni con quién chingaos hablas. En un cabaret o un table, lo entiendo, las putas pueden ser tan feas que más vale que entre el alcohol y la penumbra dejes las cosas a la imaginación. Pero en un antro solo sirve para que andes tirando vasos a codazos.

¿A ligar?
Puede ser, pero no hay mucho margen de movimiento para un ruco regordete, pelón y pandroso. Por la manera de vestirse, creo que la gente que va a un antro rinde, ante todo, el culto a la belleza de moda. I'm sorry, no soy target de antro.

El antro, en todo caso, es un entorno que no logro descifrar.
En cambio la cantina es clara en su cometido:

Es para ponerse pedos

Unos un poco pedos, otros muy pedos, pero todos pedos. Es para ponerse a cotorrear en la barra, sentarse a la mesa solo o con los cuates y platicar, ver el futbol, jugar dominó o cubilete; nunca he visto a nadie jugando cartas, y no sé por qué, no sé si está prohibido, no hay tradición o simplemente a nadie se le ocurre. La cantina es para la chorcha, alburear con los meseros o el cantinero en caso de que sepan y se presten (sin albur), es para pelearse, ¿por qué no? quien no se haya peleado en una cantina es como el que fue a Canadá y no vió la nieve, y en el caso de que la comida del lugar esté rica, pues degustar la botana. Las cantinas tienen fama de contar con buenos cocineros. La botana es una tradición que solo he visto en México y que pienso no se debe abandonar.

Nunca me he seducido a nadie en una cantina, de hecho nunca he romanceado al calor del alcohol cantinero... quizá algun día encuentre una mujer con quien compartir los aires bohemios de las cantinas cochambrosas, que generalmente no les agrada, aunque en varias cantinas se puede ver a los ñores con sus amantes, las secres, y demás fauna femenina en relaciones clandestinas o semiclandestinas, pero solo en las cantinas de corte familiar se suele ver a parejas, generalmente en sábados y domingos, las parejas de los viernes suelen ser de amantes. Recientemente se ven cada día más mujeres en la cantina, cosa que agradezco infinitamente y espero que algún día logremos el relax entre géneros que hay, por ejemplo, en los bares europeos. En mis correrías cantineras mas bien me he hecho animal solitario, esporádicamente acompañado solo por algún amigo de mis más cercanos, si acaso.

Conozco antros gay, pero no cantinas gay. La cantina es un entorno tradicional, conservador, pero sobre todo, pertenece a una forma de vida que tuvo su etapa más vigorosa en la época del nacionalismo burgués mexicano, por ello es un entorno envejecido. Forma parte de un México que al parecer ya va desapareciendo y yo, como buen sobreviviente, no espero seguir sobreviviendo, así que no me da el menor empacho en dejarme llevar por su tufo decadente. De hecho, ese tufo me gusta.

Lo amo.


***

Y desde luego dejaría de ser yo si no recomiendo un puto libro. Para mí leer en las cantinas es lo mas chido. La botana, la cuba, el barullo alrededor haciendo una especie de "campana del silencio", la libreta de notas, y desde luego: un buen libro. En las cantinas me chuté todo José Revueltas, a Rulfo, a Usigli... ¡puta madre! Puro nacional... no, miento, también me aventé a Chejov y a Dostoievski, algo de Shakespeare, unas ediciones de Porrúa que me encontré en los libros viejos del tianguis de San Juan en Neza. Nunca compren en Donceles a menos que sea necesario, ahí sí saben lo que vale un libro y se la dejan a uno caer.

Y bien... el libro recomendado, que curiosamente me leí entre el metro y un par de cantinas es:


Lugares de gozo, retozo, ahogo y desahogo en la Ciudad de México.
Cantinas, pulquerías, hoteles de rato, sitios de prostitución y cárceles.


Y pues bien, este librito es en buena medida la inspiración de los posts con el tag de cantinero nacional.
El autor, es desde luego, el Maestro Armando Jiménez, autor del clásico Picardía Mexicana.