24.7.06

¡Pero no nos confundamos!

Si bien hubo españoles que velaron por el beneficio de los indios, eso no quiere decir que no hubiera abusos por parte de los españoles. La mayoría eran soldados, gente de tropa que tenía ambiciosos sueños de grandeza, quería tener tierras, querían ser ricos y nobles. No había una gran cultura de trabajo, herederos directos de la expuslión de los moros, en la mente tenían la idea de que la grandeza se obtiene a punta de someter a otros.

Oficialmente no existía el esclavismo, pero existían condiciones de esclavismo.

El sistema de encomiendas se llamaba así pues, cada trozo de tierra que pertenecía a algún conquistador como premio por sus servicios, se le decía que le era "encomendado" por el Rey para la gloria de España, y que los trabajadores indios que estaban a su servicio les eran "encomendados" para gloria de Dios. Así la misión del encomendero era hacer riqueza para pagar impuestos y mandar a los indios a misa.
Los esclavos, desde entonces, eran traídos de África, pero muy rápidamente los pragmáticos encomenderos vieron que entre los encomendados había una fuente de mano de obra mas barata, pues no había que pagar transporte ni intermediarios, y se dieron a la tarea de integrar al indio al trabajo.
Al indio se le vió como un menor de edad espiritual al que había que reeducar, y como a los niños, cuando desobedecían, había que darles sus nalgadas. Claro que ya llevados a escalas de adultos, una nalgada equivalía a los azotes y castigos corporales que ahora bien puden catalogarse como torturas. El mismo Fray Gerónimo de Mendieta, aún y con todo su amor para con los indios, justifica los azotes como una medida correctiva hacia de los indios y rechazaba el aperreamiento como castigo: "¡Está bien azotarlos, pero tirarles los mastines: ya es demasiado!".

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Los azotes eran cosa común en la oscurantista España, era incluso parte de la disciplina religiosa, no es raro suponer que azotar fuera bien visto:

Escribe Mendieta:
Y en otro tiempo fue costumbre muy usada (mayormente en lo de Mechuacan y Jalisco, y también en otros pueblos en esto de México), hacer disciplina delante de la iglesia por todo el año. Y muchas veces había cuasi toda la noche azotes en el patio, que estando en la oración después de maitines los religiosos, oían azotarse los indios allá fuera, y alababan a Dios en ver su aprovechamiento.


Los encomenderos pensaban también que el trabajo desinteresado era una medida pedagógica adecuada, y bajo la libre interpretación de lo que significa un "trabajo desinteresado" a los indios simplemente, se les esclavizaba, se les confinaba a barracas, se les daba de comer pan y bolas de masa de maíz, y cuando se morían se les hacía una misa.

Y así, oficialmente, no había esclavismo ni tortura en la Nueva España.
Como oficialmente la religión era la católica, luchando contra la herejía...

Sin embargo, en este terreno las cosas también tienen matices. Es cierto que los frailes más fanáticos, antes de que llegaran los humanistas, quemaron códices y derribaron ídolos, pero los indios no fueron tan vejados. Muchas veces veían con beneplácito que se derribaran los Huitzilopochtlis de los aztecas opresores, y acostumbrados a que el que llegaba a conquistar ponía sus ídolos y había que entrarle con el tributo, pues ver cruces y monjes no fue tan traumático como nos hacen creer, lo que si no les pareció es la prohibición de seguir adorando a sus ídolos, pero se la pasaron por el arco del triunfo y bajo los santos católicos pusieron a los dioses. Los mismos frailes se dieron cuenta de ello y hasta usaron el fenómeno para su causa.

¿Quién en México no sabe que bajo la advocación de Guadalupe se encuentra la diosa Tonantzin?
Solo los mas ignorantes, y sin embargo,
la suplantación se toma como la cosa mas común sobre la tierra.


En la vida cotidiana convivía la medicina tradicional indígena con la occidental. Muchos criollos recurrían a yerbas y curanderos cuando se suponía que era prohibido por la Inquisición. Se dieron casos de shamanes que entraban a los conventos a curar a la hijas de los acaudalados criollos, pues éstas confiaban más en los curanderos que en los médicos universitarios... ¿qué no es eso prohibido?... pues sí, pero si así lo quiere Martita, pues hay que hacerle la luchita.

Como vemos, nuestro hábito por los dobles discursos y las dobles morales, por llamarle seudoestudiante a un porro, por llamarle sexoservidoras a las putas, por llamarle acuerdo a una tranza, nuestra pasión por los eufemismos, no es cosa nueva, es uno de tantos vicios que se fue arraigando en la colonia. Es ahí, en el periodo colonial, donde se formó en realidad esta cosa amorfa y porosa que ahora es México.

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