¡One, two, three:
que chingue a su madre el PRI!
¡Three, two, one:
que chingue a su madre el PAN!
que chingue a su madre el PRI!
¡Three, two, one:
que chingue a su madre el PAN!
Los candidatos presidenciales Cuauhtémoc Cárdenas y Maquío, endurecieron sus discursos. Poco a poco ambos comenzaban a coincidir y los gestos de simpatía entre los partidarios de la "izquierda" y la "derecha" empezaron a alinearse frente a un enemigo común: el PRI. Las impugnaciones a la elección llovían a cántaros. Estas impugnaciones se llevaron a la Cámara de Diputados. Se trataba de que el pleno del congreso, por votación decidía qué casillas se iban a anular. Todos los opositores al PRI decidimos hacer un plantón frente al Palacio de San Lázaro para evitar que el PRI se saliera con la suya. La presión fue tal que abrieron el acceso al palco de la Cámara, donde por turnos pasábamos la gente del plantón a presenciar las impugnaciones.
Fuimos testigos del fraude, un fraude monumental.
La gente del Frente Democrático Nacional llegaba con urnas completas, llenas de votos a favor de Cuauhtémoc Cárdenas y que se habían encontrado en basureros. Costales y costales de boletas con voto a favor de Cuauhtémoc eran vaciadas enfrente de todos. En el momento en que se decidía votar si la votación de tal o cual casilla se aprobaba o se rechazaba todos los diputados del PRI votaban a favor de aprobar el resultado a favor de Carlos Salinas. Se estaban robando la elección en nuestras propias narices. Nada de ésto fue nformado por los medios, salvo por La Jornada. La radio, la TV y la prensa escrita guardaron silencio. Cuando salíamos de ver las sesiones sólo sentíamos rabia, furstración, coraje. Pensamos en tomar el Palacio Legislativo por asalto, vandalizar y tomar la cámara. Los miembros del Frente Democrático Nacional entonces salían a calmarnos. Frecuentemente Pablo Gómez y Aguilar Talamantes salían a tranquilizarnos y a decirnos que no nos alborotáramos, que ellos defenderían la votación desde sus puestos y sus curules. Empezábamos a sentirnos robados tambien por ellos.
Entre la gente que entraba a ver las sesiones había campesinos que venían de lejos a defender sus votos, y al ver que toda acción pacífica era completamente inútil se acercaban a nosotros y nos decían:
"Jóvenes, ustedes que están leídos dígannos qué hacer, la lucha ya no está allí adentro"
Recuerdo a un señor, un viejo, muy pobre, sus huaraches a punto de romperse y sacando un bulto envuelto por un paliacate nos decía:
"Ustedes dígan qué hacemos, si hay que comprar rifles, los compramos"
Y abría su bultito y eran antiguas monedas de plata que se notaba que habían estado enterradas o algo así. La verdad, yo sí sentí que se me caían los calzones. Las tanquetas del ejército ya estaban a unas cuadras, alrededor del metro Candelaria y otras por el metro San Lázaro. ¿Comprar armas, dónde?, ¿en Tepito con el lugar plagado de judiciales como siempre?. "Espérense, señor. Veamos qué dice Cuauhtémoc". No podíamos decir otra cosa. Había rumores de que algunos tipos morenos de gesto duro que estaban entre nosotros eran guerrilleros salvadoreños que podrían ayudarnos. ¿Cómo saber si era verdad o eran orejas de Gobernación? Y tenía rabia, pero tambien tenía miedo. Entonces surgió la trampa retórica del momento: en los mítines del Zócalo y de Monumento a la Revolución Cuauhtémoc Cárdenas nos arengó para calmarnos con la genial frase:
Defenderemos el voto
HASTA LAS ÚLTIMAS
CONSECUENCIAS
HASTA LAS ÚLTIMAS
CONSECUENCIAS
Todos aplaudimos. Espontáneamente, al final de cada manifestación surgieron las V de la Victoria y cantábamos el Himno Nacional. Ya después los politicos del PRD lo convirtieron en un cliché de nacionalismo chabacano. Todo estaba bien, el discurso renovaba la esperanza salvo un pequeño detalle: nadie preguntó lo que eran las ÚLTIMAS CONSECUENCIAS para el Ingeniero Cárdenas. Era obvio que "las últimas consecuencias" no eran las mismas para Cuauhtémoc, Pablo Gómez o Talamantes que para los campesinos dispuestos a tomar las armas y lanzarse a la neo-bola. Yo la verdad no sabía exactamente cuáles serían las últimas consecuencias. En los mitines de Maquío se empezaba a hablar de la "resistencia civil", muchos de los que no queríamos ni armas, pero que sabíamos que nuestros líderes nos engañaban empezamos a ver la propuesta de Maquío como una estrategia viable.
Hubo una foto en La Jornada que se volvió emblemática, eran dos novios, caminando abrazados sobre el zócalo mojado por la lluvia, uno llevaba una bandera del PAN y otra del FDN. No sé, llámenme cursi, pero sí sentí esa vez que no éramos un país roto.
En fin: ya lo pasado: pasado.
No he encontrado esa foto en internet,
creo que tendré que ir a la hemeroteca.
En fin: ya lo pasado: pasado.
No he encontrado esa foto en internet,
creo que tendré que ir a la hemeroteca.
En los plantones estábamos la perrada, la plebe. Resistiendo. Y empezó a suceder algo que no olvidaré jamás. De repente llegaban los simpatizantes del PAN, en sus camionetas, a darnos víveres: agua y tortas, y a preguntarnos qué necesitábamos. Hasta pintura, brochas y metros de manta nos llevaban. Llegaban camionetas con cartulinas pegadas indicando que venían de la Ibero a ayudarnos en lo que fuera. Como los albañiles que éramos les tirábamos guarradas a las güeritas de la Ibero y ellas sonreían; no sé si fingían, pero en verdad empezó a gravitar la sensación de que las diferencias sociales se podían acortar. En lo personal, es la única vez que sentí que éste país podría ser un lugar mejor.
Cuando regresábamos a la oficinita del PMS en Neza tratábamos de intuir un "qué hacer" leyendo entre líneas lo que los políticos decían en los plantones, en los diarios. No es ser borrego, como muchos que nunca han estado en estas lides reprochan. Necesitábamos un rumbo, un punto hacia dónde dirigir el esfuerzo, una DIRECCIÓN. Pero nunca hubo una dirección. Sabíamos dos cosas:
1. Se venía una etapa de resitencia civil pacífica anunciada por Maquío y luego suscrita por Cuauhtémoc Cárdenas.
2. Los medios de información no nos iban a ayudar y era necesario informar a la gente.
¿Qué hacer?
Células
Nos empezamos a organizar como células para informar a la población, a la gente que por tener que ir a trabajar no estaba al tanto. Fabricamos volantes y convocamos a reuniones para informar y para aceptar la ayuda que se nos quisiera dar. Lo primero es estrellarte con la realidad y ver que la gente es más reacia a participar que lo que uno supone. "Ya pónganse a trabajar", nos decían las señoras en el tianguis cuando invitávamos a la gente a las juntas. Después del chingadazo a la moral que resulta que nadie te pele o que hace que no te oye cuando volanteas y gritas, o que si lo hace te acuse de acarreado, de vendido o pendejo, viene el asunto de que de todas maneras hay que organizar la junta.
Llegaron cinco personas.
Cuando se dieron cuenta que para "salvar al país" había que ponerse a trabajar y ponerle a la vaca para la tinta y el papel del mimeógrafo, pues... quedaron dos.
NO creo que en éste país vaya a cambiar nada por mera convicción.
O en todo caso, los dueños de la convicción deben tener una convicción a prueba de todo.
La verdad es que me pregunto...
¿de veras queremos cambiar?
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¿de veras queremos cambiar?
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